Somos realmente conscientes de la gran trascendencia que actualmente el mundo de la publicidad, la comunicación, la semiología o el social media provoca en nuestra cultura, así como el arte que en todas sus posibilidades no debería quedarse atrás.
Seguramente no seamos conscientes del maremagnum que algunos de los más recientes acontecimientos relacionados con obras maestras y piezas del arte universal han podido llenar páginas de prestigiosas publicaciones, vasos de algunas tiendas de souvenirs de grandes metrópolis o pósters estrenos que han supuesto un antes y un después en nuestras vidas.
Considerando que grandes obras de arte de la historia hayan ido mucho más allá del lienzo o de la mente del artista para poder instalarse en la mente del público y sean consideradas, no solo en Vietnam, sino por personas y colectivos que no se sienten atraídos por las artes plásticas, es todo un hito.
Tanto Charles Pierce como Ferdinand de Sausurre ya establecieron los conceptos semióticos de icono con sus teorías en el siglo XX. A ello se unen manifestaciones que dan ejemplo como: Mona Lisa de Leonardo, El Laoconte, La Niké de Samotracia, El Beso o El Pensador de Rodin.
Matisse, Velázquez, Dalí, Wood, Goya, Picasso o Hokusai no podrían imaginarse que sus grandes creaciones servirían de influencia a numerosas piezas publicitarias y excelentes campañas de marcas internacionales, incluso se emplearían para serigrafiar bowls de cereales.
Lo que resulta admirable es que gran parte del público haya aceptado y convivido con la obra de arte derivada, copiada, alterada, retocada o extraída de su aura (aquí y ahora), desligándose por completo del original y de su contexto, dotándola más si cabe de mayor protagonismo escénico.
Si hablamos de los cánones de belleza clásicos, o de las bases de las vanguardias históricas, es cierto que creativos y directores de arte han aprovechado el filón de grandes mitos del arte para realizar adaptaciones al consumo y a la industria comercial-publicitaria. Los principios de las artes plásticas han sido más que asumidos por críticos del arte y que, había que determinar el momento clave y al cliente adecuado para experimentar con la estrategia, el eje y el mensaje idóneos, donde el pincel y las veladuras sucedieran a los «claims», «copys» y «slogans» entre secciones áureas y reglas de los tercios.
Nike, Pizza Hut, Dolce & Gabbana, Lufthansa, Nokia, El Corte Inglés, Cotton Joy, Der Spiegel, Shutterstock, MasterCard, Pink Floyd, Barilla, The New Yorker, CSOB o Pearls Creek deberían estar muy agradecidos a los verdaderos gurús de la escultura o la pintura quienes, en un momento de la historia supieron dejar huella y que ahora exponen en museos de todo el mundo parte de vida. Incluso, sus obras son capaces de ir más allá de la mesa de trabajo.
Un ejemplo a la hora de ampliar más información sobre este ya corriente fenómeno de cómo piezas y diseños publicitarios han surgido fruto de la inspiración de grandes obras de arte lo podemos encontrar en el libro de Francesca Bonazzoli y Michele Robecchi:
Por qué las grandes obras de arte se han convertido en iconos de nuestro tiempo
Desde juanjook.com continuamos apostando por aquello que grandes artistas y creadores han transmitido a lo largo de los siglos. Los grandes movimientos del arte, sus bases, teorías y principios, así como sus obras pueden llegar a influencias nuevos proyectos gráficos, editoriales, packaging o de diseño, en base a principios de cromatismo, proporción, maquetación, arte final, composición, etc. que se transforman con el paso del tiempo. Una gran y segura apuesta cuando hablamos de creatividad.
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